En una época en la que la mayoría de la gente creía que la tierra era el centro del universo, un filósofo tuvo un extraño sueño:
Aquel filósofo soñó que volaba verticalmente a una gran velocidad, y mientras se alejaba veía que la tierra se hacía cada vez más pequeña, tanto así que unos minutos más tarde se hizo pequeñita como la luna.
Aquel sueño impresionó tanto al filósofo, que despertó muy sobresaltado.
Al día siguiente aquel filósofo decidió incluir parte de aquella maravillosa experiencia en un libro que estaba escribiendo.
Él, sin entender por qué, supo que todo aquello era real, ya que el grado de lucidez de aquella experiencia superaba todo lo que hasta entonces había vivido. Por eso, aunque nunca habló del sueño en sí, aquel filósofo afirmó en su libro que la tierra no era el centro del universo, que era pequeñita y redonda como la luna, etc.
También aseguró que el universo era infinito y que la tierra era algo prácticamente insignificante comparada con él.
Un tiempo después de haber publicado su libro, aquel filósofo fue quemado vivo por la santa inquisición por atreverse a rebelarse contra lo establecido.